lundi 30 novembre 2015

Roberto Fontanarrosa: Negro querido, la tribu jubilosa te saluda

LUIS MIGUEL HINOJAL.- La semana pasada se cumplieron 71 años del nacimiento del escritor y dibujante argentino Roberto Fontanarrosa. Su legado se agiganta como el mejor nexo de unión entre el fútbol, las letras y la cultura popular.

Podría haber sido un erudito humanista en tiempos del renacimiento. Pero prefirió nacer en Rosario, Argentina. Y eso marca. Mucho más si se hablamos de fútbol. Dibujante primero, escritor después, genio siempre. No pudo cumplir el sueño de ser futbolista porque afirmaba tener dos problemas para triunfar en las canchas: “Uno, mi pierna derecha. Dos, mi pierna izquierda”. Por esas carencias técnicas el fútbol se perdió un volante tan aplicado como vulgar. A cambio, se ganó al mejor de los bardos para la causa, que defendió y diseccionó con un ingenio descomunal en todos los géneros que asaltó. Desde su trabajo en pequeñas publicaciones o sus fértiles colaboraciones con Les Luthiers, hasta su salto a las grandes cabeceras del periodismo argentino para convertirse a la vez en uno de los escritores de cuentos más prolíficos e imaginativos del planeta. El fútbol era la materia prima que inspiró muchos de sus mejores relatos. Cuentos como ‘El área 18’, ambientado en un país africano que se juega su independencia en un surrealista partido de fútbol. O “Memorias de un wing derecho”, sobre el orgullo de un jugador de futbolín, y que va a ser llevado próximamente a la gran pantalla en forma de película de animación nada menos que por el oscarizado director Juan José Campanella. Del fecundo intelecto creativo del Negro Fontanarrosa surgieron entrañables y disparatados personajes de cómic de diverso pelaje, como “Boogie, el aceitoso”, un violento asesino a sueldo que retuerce hasta la caricatura los cánones de “Harry el sucio”. O “Inodoro Pereyra”, el gaucho “renegau” que rebosa picardía criolla. Y también, ya en su época de columnista en el diario Clarín, una desternillante figura futbolera, la Hermana Rosa: Una vidente que pronosticaba con lastimoso nivel de acierto los resultados de la selección argentina.

Horacio Pagani, una de las mentes con más capacidad crítica del periodismo deportivo argentino, compartió muchas horas de viaje y carcajadas con el Negro en la cobertura de grandes torneos para Clarín. Destaca Pagani, que su amigo tenía “la modestia de los genios, y siempre se empeñaba en parecer un tipo común, al que le gustaba el fútbol y estar con sus amigos, aunque todos sabíamos que poseía un talento descomunal y era una referencia para los humoristas de todo tipo”.

Hablamos de un tipo capaz de contar así el último toque del segundo gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial 86: “Y entonces, Diego, mientras cae sacudido por el trancazo postrero del último pirata, mientras imagina el rictus amargo de la Thatcher mirando la TV allá en su reino, le da a la pelota un empujón cordial con el empeine, bien rastrero, y le dice ‘metete allá’, entre las redes”.

El siempre certero periodista Ezequiel Fernandez Moores recopiló en noviembre en su columna del diario argentino La Nación varias anécdotas viajeras del Negro. En una de ellas cita a Cesar Luis Menotti, unido por el cariño y la admiración mutua con Fontanarrosa. El técnico argentino se apiadó del Negro en un abarrotado restaurante de Dallas, Texas, en pleno mundial del 94 ofreciéndole un hueco en su mesa: “¿Viste lo que es esto?”, dijo el Negro. “Vos no sabés lo que acabo de averiguar. No sé si me lo van a publicar. Parece que lo de Kennedy es mentira. A Kennedy no lo mataron. Cuando conoció Dallas se suicidó”. Ezequiel remarca que con el paso del tiempo el Negro fue privilegiando su faceta de escritor sobre la de dibujante. “Lo hizo parodiando historias y personajes delirantes que iban de la miseria a la gloria, que él comprendía sin juzgar y que nos eran siempre increíblemente cercanos. Como él, que nunca se fue de Rosario”. Cuenta Guillermo Blanco, antiguo jefe de prensa de Maradona y periodista de pura cepa, que el Negro “aprovechaba los viajes en los que se cubrían eventos como el Mundial de Francia 98 para visitar la casa en la que supuestamente nació Gardel en Toulouse, o la tumba de Napoleón en París”. Lugares sacrosantos que pasaban a ser fuentes de inspiración para su privilegiada sesera.

‘SE METÍA EN NUESTRA PSICOLOGÍA’

Juan José Panno, maestro de periodistas, hoy en el diario Página 12, opina que Fontanarrosa era además un extraordinario actor: “En cada mesa redonda, sin proponérselo, invariablemente dominaba el centro de la escena. Como los jugadores de fútbol talentosos que saben leer los partidos, el Negro manejaba todos los tiempos: aceleraba, metía una pausa, una ironía, una reflexión profunda, el chiste en el momento indicado. Hechizaba al público y también a los panelistas que lo acompañaban. Por lo general lo dejaban para el final y entonces sus compañeros de mesa hablaban cortito, para no demorar lo que más les importaba a todos, la palabra de él… Se transformaba, el Negro, cuando le tocaba entrar en acción con la palabra”.

Su gran amigo Jorge Valdano recuerda la especial sensibilidad futbolera del Negro: “Era el gran trovador del fútbol. Tenía un equipo al que amaba como a nadie, pero antes que eso amaba el fútbol. De los muchos escritores sudamericanos que se atrevieron con la temática futbolística , él y Osvaldo Soriano eran los que más entendían de la materia. Tenía una extraordinaria capacidad para llevar lo simbólico al terreno de lo real. En Argentina es mucho más importante jugar a la pelota que jugar al fútbol. Por eso queremos tanto a Maradona, por lo que hacía con la pelota. En un pasaje de uno de los maravillosos cuentos del Negro, hay un niño que está sentado en un banco, con una pelota al lado. De repente, se levanta y se va, dejando la pelota en el banco, como olvidada… Pero cuando llega a una esquina gira la cabeza mirando hacia la pelota y silba. ¡Y como si fuera un perro, la pelota se baja del banco, y se va, obediente, en su búsqueda! Recuerdo que aquello me sobresaltó, porque me di cuenta de que lo que yo había pretendido toda mi vida era eso: que la pelota hiciera lo que a mí me diera la gana. El Negro se metía en nuestra psicología más profunda y la llevaba al terreno literario de forma extraordinaria”. Y ese atributo, aplicado en la ciudad de Rosario, desata la imaginación.

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