mardi 24 novembre 2015

Igor Paskual: “Tanto en el fútbol como en un escenario hay que intentar dominar elementos externos que son incontrolables”

REVISTA LÍBERO.- Esta entrevista es la charla que dio lugar a una primera cita que dio lugar a un bonito romance, el de Igor Paskual con Líbero y el de la música con el fútbol. Recuperamos este enrome texto/charla del periodista Luis Miguel Hinojal con Igor Paskual ahora que el músico y colaborador de Líbero presenta nuevo disco, ‘Tierra firme’. Su nuevo trabajo es el resultado de la creación culta, delicada, cuidada y elegante de la música de Igor Paskual.

Igor Paskual para Líbero from Líbero on Vimeo.

Luis Miguel Hinojal. Intuyo que en tu caso primero fue el fútbol, que es un juego iniciático en la infancia, y luego el rock, más emparentado con la rebeldía adolescente…

Igor Paskual. Por supuesto. Para mí la música fue una derivación de las frustraciones del fútbol. De pequeño te sociabilizas a través del fútbol, y como no se te da bien, buscas un antídoto contra esa frustración. Cuando encontré una guitarra a los 12 años mi vida dio un vuelco.

LMH. Pero el círculo se cierra con la edad: ¿Cómo nace tu futura tesis doctoral “Ágoras o catedrales”?

IP. Cuando acabé la carrera de Historia del Arte yo estaba muy volcado en mi grupo, Babylon Chat. Muy underground, pero muy trabajadores. Después surgió la oportunidad de tocar con Loquillo, que estaba en un momento muy complejo de su carrera, cuestionado por ciertos sectores de la crítica, pero con muchas ideas y mucho trabajo por hacer. El Loco apostó por mí y yo me dejé la piel. Estuvimos muchísimo tiempo de gira. Eso, para una banda de rock es divertidísimo, pero si tienes más inquietudes se te puede quedar corto, igual que la vida universitaria. A la hora de hacer el trabajo de fin de carrera opté por el fútbol, un tema que me apasiona. Centrado en la parte arquitectónica de los estadios y su vertiente sociológica. En realidad, quitando algunos casos como el de Florencia o el de Lyon, hay pocos estadios con arquitecturas muy cuidadas. Es la gente la que compone la arquitectura de un estadio. No hay más que fijarse en espacios como La Bombonera u Old Trafford.

LMH. Incides mucho en el fútbol como fenómeno integrador. El fútbol otorga al emigrante una especie de ciudadanía simbólica. La adaptación de muchos emigrantes irlandeses a las grandes urbes industriales en la Inglaterra de los años 50 es un ejemplo. Con el paso del tiempo el Manchester United pasó a tener a un irlandés, George Best, como ídolo secular. Era la misma época en la que otro irlandés, negro y muy futbolero comenzaba a labrarse un nombre en el rock británico: Phil Lynnot, el mítico bajista de Thin Lizzy. Best y Lynnot eran amigos, emigrantes con talento que jamás perdieron sus raíces pero que se convirtieron en amados hijos adoptivos de su nueva ciudad.

IP. A Phil Lynnot le preguntaban “¿Cómo te sientes siendo negro e irlandés?”. “Como la cerveza Guinness”, contestaba jocoso. ¿Por qué un irlandés se hace del United? ¿O por qué un obrero del sur de Italia se hacía de la Juve si en Turín el equipo más potente era el Torino? Me interesan mucho esos fenómenos. Albert Johanneson era un jugador negro, de origen sudafricano. Fue el primer futbolista de color que disputó una final de la FA Cup. Hizo que muchos emigrantes africanos, o de Pakistán, se hicieran hinchas del Leeds. Equipos como el mismo Leeds o el Tottenham ayudaron a la integración de muchos judíos. El racismo llegó a las gradas en los 80, pero antes no era así.

LMH. El propio espacio físico de los estadios y el ritual que se crea en las gradas también tiene mucho que ver con el sentido de pertenencia a un club. Los estadios de nueva construcción son mucho más impersonales que los viejos templos. Se está perdiendo una parte importante de mística colectiva. Kenny Sansom, defensa del Arsenal en los años 80, suele decir: “Nosotros jugábamos en Highbury, un campo de fútbol. El Arsenal actual juega en el Emirates, que es otra cosa. Maravilloso, sí, pero es un estadio”. Un club que también hizo mucho por la aceptación del carácter multicultural de un barrio.

IP. Sansom, un mito del Arsenal y de la selección inglesa… Un tipo que se tomó más copas de las que ganó… Lo que él quería explicar es la diferencia entre un hogar y una casa. El hogar es el viejo estadio, con todas las connotaciones espirituales, que son insustituibles. El nuevo estadio es una casa, simplemente el entramado físico. Esa diferencia es clave. No se puede depositar tu corazón en cualquier lado. ¿Por qué se edifican las nuevas iglesias en el mismo espacio que ocupaban las antiguas? Porque ese lugar simboliza algo. Si la Real Sociedad siguiera jugando en Atocha le habría ido muchísimo mejor.

¿Por qué se edifican las nuevas iglesias en el mismo espacio que ocupaban las antiguas? Porque ese lugar simboliza algo. Si la Real Sociedad siguiera jugando en Atocha le habría ido muchísimo mejor”

LMH. Hablando de estadios singulares, te cuento una anécdota sobre La Bombonera: En los años 80, el Flamengo, que tenía un equipazo, fue a jugar un partido de Copa Libertadores a la cancha de Boca. El capitán brasileño era el gran Junior, que detectó gestos de preocupación en sus compañeros en el túnel de vestuarios. “¿Qué les pasa? ¿Están asustados?”, preguntó. ”Ustedes han jugado cientos de partidos en estadios más grandes que este. ¡Ustedes juegan casi cada domingo en Maracaná¡”. “Así es. Pero Maracaná no tiembla…”, le contestaron.

IP. Ja, ja,ja… La Bombonera hace de un defecto su principal virtud. Mira, Loquillo hizo arte de una limitación: nunca tuvo una gran voz, pero si una voz personalísima. La Bombonera se construyó en un área urbana ya establecida. Se construyó un estadio enorme en un predio muy pequeño. De ahí que las bandejas estén tan juntas y las gradas tengan estructuras muy verticales. Y tiene una acústica muy especial. Es un poso que se acumula: La excepcionalidad arquitectónica, la leyenda de un club, el orgullo de los hinchas, tantos grandes partidos y jugadores… Todo eso se suelta, explota, cuando se mezcla con la pasión desaforada de la hinchada argentina.

LMH. Tu pasión por el fútbol argentino tiene mucho que ver con esa atmósfera tan especial. Además eres hincha de San Lorenzo. Un club muy sentimental y muy apegado al barrio. Y también muy integrador: Varios futbolistas republicanos del Athletic jugaron allí tras exiliarse por la guerra civil. A Lángara le gritaban “¡Vasco!” casi como una reverencia. Por el barrio de Boedo todavía se ven pintadas que dicen “Tierra Santa”. Y no tienen nada que ver con el nuevo Papa. En noviembre las autoridades bonaerenses aprobaron la restitución histórica del terreno en el que el club tuvo su primer estadio durante 63 años, el Viejo Gasómetro. San Lorenzo tuvo que desprenderse de esos terrenos por presiones de la dictadura militar a comienzos de los 80. Allí ahora hay un megasupermercado. El añorado escritor Osvaldo Soriano se llevó un día allí al legendario delantero José Sanfilippo para recordar viejos tiempos y este, entre estanterías de alimentos y productos de limpieza, le recreó su mítico gol de tacón a Boca de 1962. Según Soriano, los clientes y cajeras se rompían las manos aplaudiendo…

IP. Lo de la restitución de los terrenos parte de una iniciativa popular, de los aficionados. Se junta en una expresión la justicia, el fútbol, la pasión de barrio… Les devuelven el campo por ley, pero el Estado no tiene un peso y han de pagarlo ellos. El Gobierno les da la ley, pero no el dinero para aplicar la expropiación. Argentina es el lugar de las cosas impensables, imposibles e increíbles, tanto para lo bueno como para lo malo. En muchas cosas van muy por delante de nosotros. ¿Pero, ves? La gente no pedía dinero, sino su lugar común, su espacio sagrado. Fíjate cómo la dictadura sabía lo que simbolizaba ese lugar y cómo lo arrasó: Para desarraigar a la gente. Se trataba de dispersar a la gente, de negarle sus raíces.

LMH. Fútbol y música. En tu caso, pasiones complementarias. Existen puntos de coincidencia entre los jugadores y los artistas: Profesiones creativas, una manera de vivir singular y siempre sometidos al juicio del público. Al fin y al cabo ambos parecéis ser un depósito popular de ilusiones: la de ver una buena jugada o disfrutar de una gran canción. ¿Qué me dices del miedo escénico de un músico de rock? Parece similar al cagazo que siente un jugador en el túnel de vestuarios. El temor a no estar a la altura de las circunstancias…

Eso sí, cuando en un concierto sale todo bien parece que el cosmos se ordena. Es como ver en el Bernabéu un elegante pase de 40 metros partiendo de la bota de Beckham

IP. Es un miedo triplicado. Miedo profesional, por el compromiso que tienes con tus compañeros de grupo y todo el equipo. Miedo por el público, ya que hay que acordarse de que para el espectador que paga por verte esa es una ocasión única, ya sea en Madrid, Barcelona o el más recóndito pueblo. Y miedo en el escenario: tanto en el fútbol como en un escenario hay que intentar dominar elementos externos que son incontrolables. Eso sí, cuando en un concierto sale todo bien parece que el cosmos se ordena. Es como ver en el Bernabéu un elegante pase de 40 metros partiendo de la bota de Beckham. O una jugada trenzada del Barça, que es como ver Las Meninas de Velazquez.

LMH. Para los no iniciados: Más allá de tu trabajo con Loquillo mantienes tu carrera en solitario. Pocos conocían tu pasión futbolera cuando nos sorprendió ver al malogrado entrenador Manolo Preciado en uno de tus videoclips.

IP. Si, el del tema “Chica de gama alta”, en mi disco “Equilibrio inestable”. Esa colaboración fue algo increíble. La idea del videoclip es que, buscando una imagen ideal, voy cambiando de caras, y una de ellas es la de Manolo. Era un tipo muy especial por su manera de ser, de pelear por las cosas y superar adversidades, por su necesaria campechanía para estar en Gijón, por su trágica historia personal… Su carisma refleja una forma de ser y actuar muy particular en un mundo en el que todos parecemos competir por ver quién es el que se queja más.

LMH. Te cuento una última anécdota sobre estadios. Hace meses le envié al escritor Eduardo Galeano unas fotos del interior de Maracaná completamente derruido, por las reformas para el mundial 2014. Parecía un paisaje de guerra. Le conté a Eduardo que me gustaba pensar que por ahí, entre los escombros, vagaban los espíritus errantes de Garrincha, Zizinho o Didí que le tiraban caños y regateaban de manera burlona a los conductores de las excavadoras. O el de Obdulio Varela asustando a los obreros con algún grito de guerra charrúa por violentar un espacio sagrado. La respuesta de Galeano me dejó tranquilo: “No te preocupes. Pueden derribar las gradas, pero me consta que no hay quien pueda desalojar a los fantasmas que habitan en los estadios”.

IP. ¡Pues no seré yo quien contradiga a Galeano! El maestro escribió que no hay nada menos vacío que un estadio vacío.



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