mercredi 30 mars 2016

Rafa Pons: “El Barça gana 4-0 y yo pienso espera, espera, espera…”

Un Barça-Las Palmas de fondo en un bar de Madrid es el mejor escenario posible para entrevistar a Rafa Pons (Barcelona, 1978). Culé de manual, lleno de filias y fobias, “PreocuPons”, como le llaman sus amigos, repasa las vicisitudes de la música, el fútbol, la tele o los amigos.

Texto Guille Ortiz | Fotografía Lino Escurís

Rafa Pons se pone un sombrero de cuero negro y pide volun­tarios para acabar el concierto con la banda. Dos chicas muy jóvenes se lanzan sobre los tres escalones de acceso y se co­locan, confiadas, muy cerca del cantante, justo a su derecha. En los tiempos del Búho Real, ellas dos habrían valido para llenar el escenario pero hoy Galileo está reventado y poco a poco la gente sube y sube y sube… universitarias junto a cincuentones, chicos con cubata en la mano y chicas concentradas en la coreografía.

A los dos minutos, está todo lleno. Rafa apenas tiene espacio para tocar la guitarra y de Joan Berenguer y Eloi López directamente no se sabe nada, solo el eco lejano del teclado y la batería. Lentamente, comienza Malaputa y todos mueven sus brazos en el aire haciendo un círculo para acabar imitando el baile de la mayonesa. Madrid es una fiesta, el segundo hogar de un catalán con padre madrileño. En poco más de dos meses estará de vuelta, tres jueves seguidos en Libertad (7 de abril), Juglar (14 de abril) y de nuevo el Búho (21 de abril), algo más recogido, familiar, de poner los pies en la tierra.

El día siguiente es más duro, como siempre pasa en estos casos. Rafa llega a La Latina con cara de sueño, que no de resaca. Se acostó relativamente pronto pero no consiguió dormir. Una mezcla de adrenalina y preocupación por el catarro intes­tinal de su hijo de un año y medio. A las 10.00, una reunión, y a las 16.00, nuestra entrevista. ¿Por qué a las 16.00? Porque a esa hora juega el Barça y ninguno de los dos nos lo queremos perder.

Pasamos la primera parte entre charlas y risas y decidimos empezar a grabar en el descanso, es decir, que nos pasamos la segunda parte preguntando y respondiendo sin mirarnos a los ojos, los dos echando vistazos furtivos al televisor de un bar donde da la sensación de que el triunfo del Barcelona contra Las Palmas no es muy bien recibido. De vez en cuando, los dos nos quedamos en silencio y Messi falla un pase de gol o Araujo pierde una ocasión clarísima. Cuando el corazón vuelve a su sitio, la entrevista continúa…

Siempre he tenido el recuerdo de tus conciertos como los más divertidos de cualquier cantautor, ¿por qué crees que conectas tan fácilmente con el público?
Hay una vocación de entretenimiento en los conciertos. A mí el tipo de artista que siempre me ha gustado es el que tiene vocación de entretener. En mi repertorio convive el humor con temas más jodidos y, aparte, creo que somos una generación muy hecha a codazos, desde abajo, así que ves que viene un tipo que ha traído a dos amigos y tu obligación es convencerlos de que repitan. Incluso ahora que vas a los conciertos y ves que todo el mundo está cantando las canciones o tu percepción es que todo el mundo las está cantando, siempre hay un tío callado para el que seguramente sea la primera vez y al que hay que convencer de que vuelva.

Ayer, sin ir más lejos, me vi rodeado de chavales y especialmente chavalas que apenas tenían 20 o 25 años, es decir, que cuando tú empezabas con el Mal te veo, tendrían unos 10 o 15. ¿Hasta qué punto resulta estimulante?
Hombre, es una alegría brutal porque quiere decir que el pro­yecto sigue vivo y sigue avanzando. Pero es que a mí me encanta comunicarme y que me entienda todo tipo de gente. Me gusta hacerme entender no solo con la gente que piensa como yo. Siempre ha habido una vocación de claridad que también tengo en la vida. Soy de los que cuando alguien no me entiende me pongo muy nervioso. La gente joven de hoy no es muy distinta de mí, que tengo 37 años o de la gente de 50. En toda genera­ción hay gente inquieta y eso está muy bien porque a lo mejor al principio yo me relacionaba con gente que era mayor que yo y ahora me relaciono con gente más joven… Y te das cuenta de que no hay tanta diferencia. Por ejemplo, cuando yo tenía 15 años también escuchaba canciones de tíos de 40 o de 50. Escu­chaba canciones de Kiko Veneno o de Joaquín Sabina que a mí me valían para mis novias de entonces.

Sin embargo, la mayoría de las referencias de tus canciones son generacionales y no lo digo solo por tu adoración a Julia Roberts, ¿los que nacimos en los setenta o primeros ochenta nacimos ya nostálgi­cos?
Nacimos viejos. Creo que somos la primera generación que se hizo vieja: hemos crecido con pesetas, hemos tenido que llamar a casa de los padres de una piba en vez de mandarle un mensaje al móvil, internet era una cosa que funcionaba pero que no esta­ba tan presente en nuestra vida… Muchos hemos hecho BUP y COU, los últimos en hacer BUP y COU… Y eso es algo que te conecta mucho más con gente de 50 años que con gente de 20.

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